
Es muy fácil: Coge un poquito de maquillaje de muestra en la yema de un dedo y pónlo en la zona de la mandíbula o el mentón. Ahí difumínalo y si puedes velo a la luz del día, mejor que mejor. Si el tono se funde con el de tu piel, ese es el color adecuado, el que tendrás que quedarte. Para aprovechar algunos de lo que no usas porque son más oscuros, puedes usarlos como correctores o para hundir pómulos, falsear una barbilla, o disimular una papada.
En cambio si los que no usas es porque te equivocaste y elegiste un color más claro, úsalo para dar luz sobre las cejas, sobre el tabique nasal de una nariz chata, etc. (Lee dónde tienes que usar los claros y los oscuros más detalladamente aquí).
A partir de hoy, ya no tendrás excusa para saber el color perfecto. Esto sólo se consigue así: probando y probando. No hay fórmulas mágicas.
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